Pláticas en el gringo

 

 

En el gringo nunca falta el comentario atinado, erudito, ácido, ridículo, inclemente, mordaz, útil, políticamente incorrecto, informativo o qué se yo qué, después de comer.

¿Por qué no dejar un registro de todos ellos?

 

2.01.2007

 

Sobre Angoleños, carnaval, favelas, periódicos brasileños y la guerra del Paraguay o como irse por las ramas en una charla de café

Hoy, en la sesión habitual del jueves en la tarde durante la cual, por cierto, Pablo ya no degusta café como alguna vez fue costumbre, se hablaron muchas cosas que no reproduciré obviamente, porque mi cabeza no es una grabadora, por darles una razón. Sólo dos cosas rescataré: la primera, que quedó flotando sobre el vapor de nuestras tazas de café es acerca del gentilicio (en nuestra lengua) de los habitantes de Angola. Angoleños. Duda aclarada.
La segunda, que algo tiene que ver con la primera - ¡eh! - es un pequeño texto sobre la lusofonía, es decir el arte de hablar portugués, escrito por un autor angoleño - claro.
Aquí está el texto original en portugués, he aquí la rápida traducción que hice:


"A propos de la lusophonie"
José Eduardo Agualusa

Regresé hace pocos días de Paris, donde estuve por invitación del Festival Atlântida, una iniciativa, ya en su segunda edición, que se propone divulgar en Francia la literatura y la música de los países de lengua portuguesa. Había cinco escritores portugueses, cinco africanos y un brasileño.
Los portugueses hablaban todos en francés, siempre en francés, en un francés espléndido, purgado del más mínimo rumor del idioma patrio. Nosotros, africanos, hablábamos en portugués y el brasileño, Chico Buarque, vaciló entre una lengua y la otra.
Lidia Jorge explicó que hablaría en francés por una cuestión de delicadeza para con nuestros anfitriones. Isabel Barreno dijo que hablar en francés le provocaba dolores en los maxilares. A pesar de ello, valientemente, habló en francés. Mário Cláudio se insurgió, en el primer encuentro, contra la idea de que se hablara en francés en las instalaciones de la Embajada de Brasil; en los días siguientes, en el Instituto Camões y en el magnífico palacete de la Fundación Gulbenkian, habló en francés. Maria Velho da Costa y Luísa Costa Gomes optaron por el francés para que no se perdiera tiempo con las traducciones.
En el Instituto Camões, completamente lleno, se discutió la adhesión de Cabo Verde a la francofonía. Un poco asustada, Orlanda Amarilis, la representante de las islas criollas, intentó explicar que la actitud del Gobierno caboverdiano, motivada por razones de estrategia política, no pone en causa la continuidad del portugués en el archipiélago. Los portugueses se enojaron -- en francés, claro.
Intervine, torpemente, para decir que aquella situación me estaba divirtiendo. Realmente, me estaba divirtiendo -me estaba divirtiendo mucho -, pero no tendría que haberlo dicho. Mário Cláudio, fastidiado, recordó que los escritores portugueses hablan siempre en francés porque saben hablar francés. La cortesía le impidió agregar que nosotros, africanos de lengua portuguesa, no hablamos otra lengua por ignorancia.
Me callé enseguida. Sucede que Mário Cláudio tiene razón. Si yo supiera hablar francés, un francés inmaculado, como el suyo, escribiría mis libros en esa lengua. Los franceses quedarían encantados con tanta delicadeza, los angoleños não dariam por nada, y en Portugal - veáse el caso de Cesária Évora, que sólo se volvió famosa en tierras portuguesas después de haber sido aprobada por los franceses -, tendría ciertamente más éxito.
Los músicos invitados deberían, además, ser instruídos para cantar en francés. Mejor aún: para el año [próximo], y por delicadeza para con el público nativo, sugiero que la organización sólo invite a músicos lusófonos que habitualmente cantan en francés.
Sospecho, sin embargo, que tanta delicadeza nunca vaya a tener equivalencia por parte del mundo francófono. Por más que me esfuerce, no consigo imaginar un congreso sobre literatura francófona, en Lisboa, durante el cual todo el mundo hable en portugués.
Hasta me cuesta imaginar el mismo congreso en Londres, que transcurriera solamente en lengua inglesa.
Jorge Sampaio habla en inglés para la CNN y los portugueses aplauden, encantados: "Vean como nuestro presidente habla bien inglés. ¡Hasta parece estadounidense!". Los sucesivos misnistros de Asuntos Extranjeros de Portugal prescinden de nuestro oscuro idioma en las reuniones internacionales. Los portugueses lloran de orgullo, deslumbradísimos: "Vean cómo somos europeos. ¡Ya ni portugueses parecemos!"
Nosotros, en África, en nuestra bruta ignorancia, insistimos en hablar la lengua de Camões, a la par con otras, aún más salvajes y misteriosas. Y es en consecuencia de este lamentable barbarismo que el portugués sigue siendo hablado en nuestras instituciones internacionales y en los congresos sobre lusofonía. Los portugueses, según acabo de descubrir, se sienten avergonzados de ello. Nuestra rusticidad denuncia, de alguna forma, la pretérita nesciência lusitana - en el tiempo de los colonizadores, los portugueses todavía hablaban portugués - y no nos enseñaron a hablar francés. Al mismo tiempo, Portugal no admite que sus antiguas colonias intenten aproximaciones a otros universos lingüísticos. Que Mozambique se junte al Commonwealth - apesar de que, como lo demostraron todos los estudios al respecto, nuestro idioma está en claro crecimiento en aquel país - le parece a los portugueses una traición inaceptable. Que Guinea Bissau cambie el peso por el franco, es una falta de respeto. ¿Cabo Verde en la francofonía? ¡Intolerable!
Lusófonos, sí, lusófonos siempre. De preferencia en francés, que es una lengua más civilizada, mas lusófonos.



Crónica transcrita de la revista dominical del matutino portugués "Público", del 7 de diciembre — 23/12/1997

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